jueves, 1 de febrero de 2007

Poema_cuento


Poema-cuento del árbol y su sueño...

La oscuridad es huésped presente,
ensombrando al día y matando.
Sobre unas ramas se detiene
un verderón plateado.
En la tierra húmeda se ciernen,
unas raíces como grandes brazos.
Que unen la vida que el álamo posee
a la sombra del solitario prado.
El pajarillo le habla despacio
llega al alma del sereno árbol.
Le cuenta como es la vida fuera,
en otros sitios, en otros paramos,
Los cielos azules que cruza,
las nubes que atraviesa volando.
Las montañas, las altas cumbres,
los océanos y los mares bravos.
Le cuenta como son las flores.
Asilvestradas, en otros campos
de sus perfumes y colores,
en primaveras y en veranos.
El árbol nervioso e impaciente, dice...
¡Cuenta! ¡Cuenta! Entusiasmado.
¿Qué quieres que te cuente?
Pregunta el pajarillo al alamo.
Háblame de los azules
De sus bailes, de sus pasos.
De los blancos tirabuzones
que en las orillas vierten su encanto.
El verderón muy complaciente
canta en las ramas del árbol.
Una canción de un mar ausente,
en un lugar de allí lejano.
El árbol de ilusión se muere
del mar azul se ha enamorado.
Y recuerda aquellos parientes,
un roble robusto y un viejo castaño,
Que le contaban al leño duro,
que otros lo habían logrado.
Ser madera en pequeña patera
o quilla cortante en hermoso barco.
La pasión del álamo crece y crece
Cada día, nace un sueño deseado.
¡Ay, de ese leñador con la afilada
lo llegase a separar en pedazos!,
Le hiciera cubierta en velero
O alguna proa al viento navegando.
Llegó el día que había esperado...
y unos golpes de hacha lo cortaron.
La ilusión del viejo álamo,
poco a poco se fue desmontando.
No le hicieron proa viajera,
ni quilla de un lustre barco.
Convertido en embarcadero,
inmóvil y sin propio paso.
Jamás danzaría con las olas
ni surcaría por mares crispados.
Abatido el transformado álamo
entre lagrimas seguía soñando.
Con ser palo alto de mesana
O quilla de un valeroso barco.
Largos días... noches eternas...
ilusiones gastadas de desencanto.
Viendo la muerte del oleaje,
la salada espuma bajo sus brazos.
Y la luna blanca se asomó un día...
y susurró al oído del madero anclado.
¿Qué te pasa hermoso leño?
¿Por qué estás triste y angustiado?
Contestó con voz frágil y agrietada...
Porque soñé con conquistar océanos,
amansarlos todos, a mi propio paso.
Y sin embargo, a la playa me veo encadenado.
La luna blanca, con guiño cómplice dijo...
“Los sueños están para soñarlos,
O despiertas y luchas por ellos,
o te duermes y sigues soñando”.
En la inmensidad de la extraña noche,
la claridad del nácar gritó al viento,
ese amigo fuerte, viajero sin dueño
hizo agitar los brazos de los océanos.
Convirtiéndolas en nuevas hachas
Que despadazaron el embarcadero.
Tablitas que navegaban a su antojo
Sin timones, ni velas, ni marineros.
Las olas vivas las abrazaban
Y el soplo del viento se volvió tierno.
La luna desde su azotea de nubes,
Sonreía ante lo que estaba sucediendo.
Meditaba con calma y se decía.
“La quimera y lo real se dan la mano,
el anhelo por el mar y su esperanza
consiguieron realizar el sueño del álamo”.


“Los sueños... sueños son.
Como lo fue el sueño del álamo.
Pero con ilusión, pueden hacerse
la realidad más bella y transparente.
Como el aire que no vemos
Y está enfrente de nuestras miradas”


Salvador Gómez Mena